Recuerdos lejanos [Kranz y Boa]

Hacia tiempo que siendo polizón en un barco había llegado a japón, aunque apenas entendía el idioma no tuve problemas en poder desenvolverme bien mientras vagaba por todo el mundo, sabía que tarde o temprano encontraría un motivo por el cual vivir o una forma de despertar lo que se encontraba en mi interior, tras encontrar una persona que entendía mi idioma pude escuchar de él que no muy lejos de aquí había un lugar místico el cual se decía que estaba ligado a una época antigua, tras dejarle de lado antes de que terminará de hablar intentando congeniar conmigo me dirigí a ese lugar con las esperanzas de encontrar algo que fuese interesante. Tras recorrer un buen rato llegué a lo que parecía un templo, aunque por alguna razón daba mas la imagen de una finca familiar, aunque sabía que no le haría nada de gracia a sus propietarios mi intromisión me adentré en la zona hasta llegar a un viejo arbol.

Jum... Vaya este árbol tiene un aspecto de lo mas peculiar -Pensé en voz alta mientras tocaba una extraña muesca que el árbol poseía en el tronco.

El aire del lugar y la poca visión que podían tener los propietarios de la casa hacía este punto unido a mi mas que notable cansancio me empujaron a sentarme en la muesca donde irremediablemente caí en un profundo sueño.

Tras varias horas desperté. la luz era mas tenue que antes y en un primer momento pensé que podía tratarse que el sol ya se empezaba a ocultar. Me froté levemente los ojos y los abrí lentamente llevándome una sorpresa mas que notoria al darme cuenta que el entorno había cambiado completamente, donde antes había una espaciosa plaza ahora se encontraba una profunda arboleda, mirase por donde mirase no había ningún rastro del templo por ningún lugar, pensé que aun seguía soñando pero no tardé en darme cuenta que ya no me encontraba en el mismo lugar

El bosque me era familiar, yo había estado allí antes. Salomé no, pero yo si, por eso ella lo miraba con curiosidad, sin perder ningún curioso detalle que encontrara. Salí de entre los matojos y encontré un pozo, recordaba ese pozo, donde echaban los restos de los demonios muertos y desaparecían con la luz sagrada de los dioses. Mi maestro me llevó allí a conocer al famoso Inuyasha y la aldea de Kikyo, la sacerdotisa que cuidó de la Shikon hasta su trágica muerte.

El árbol debía encontrarse cerca, por lo que seguí las imágenes de mi mente, mi cabeza estaba mostrándome una película de cuando tenía unos trece años. El incendio era reciente en esa época. Nos acabábamos de mudar a otro templo cercano a la orilla del mar y viajamos muchos días para poder llegar aquí. Al aparecer en el árbol, lo observé con detenimiento, recordando aquellos momentos en que solo quería saberlo todo, aprender cada vez más sobre la curiosa historia de Inuyasha. Me acerqué, dándome cuenta de que había un humano de extrañas ropas allí, pero ignorándolo, solo tenía ojos para el grandioso sagrado.


Fue la primera vez en mi vida que le repliqué algo que no veía lógico, de hecho ahora pienso que es injusto haberlo juzgado sin conocerlo. La gente tampoco se acercaba a mí desde que la sangre de Salomé corría por mis venas. Mi mano se alzó hacia el tronco, acariciando la muesca de la flecha de Kikyo; no sabía por qué razón me compadecía de él, me daba pena.

Cerré los ojos un momento, escuchando los movimientos del joven humano que visitaba el árbol.

- ¿Vas a quedarte ahí para siempre? –pregunté sin dudarlo.

Escuché una voz femenina tras de mi, por una extraña razón podía entender a la perfección las palabras de esa mujer pero pese a mi asombro nada me impidió soltar ácido por la boca

¿Te molesta acaso? Voy a estar aquí todo el rato que a mi me parezca... Ademas ¿A ti que te importa lo que yo haga o deje de hacer?

Me volteé hacía ella con una mirada desafiante hasta que coincidí con sus ojos.
De golpe una extraña sensación recorrió mi cuerpo, esos ojos azules, ese cabello, esa voz... Ella ¿porqué tenía esta sensación? Era como si la conociese a la perfección, como si la hubiese visto en mil lugares pero jamas en la vida me había cruzado con ella.
Mis palabras se ahogaban en mi cuello, una sensación de arrepentimiento me llenaba de angustia por haberle hablado así pero...¿porqué? Mi corazón latía de forma violenta a la par que mi respiración se aceleraba...Jamas antes había sentido algo así

T-tu...te c-conozco... Soy Kranz ¿Quien diablos eres tu? Mi cuerpo temblaba ligeramente y una sensación de alegría invadió mi mente...¿porque me alegraba de verla si ni siquiera sabía quien era?

Pese a mi estupor pude percatarme de que esa mujer no era del todo humana, un olor a demonio emanaba de ella
Por lo que veo no eres una simple humana

Me quedé observando el árbol con los ojos cerrados, escuchar la voz tan reprimente de aquél joven me hacía pitar los oídos; no me gustaba que no me trataran con respeto pues él parece que tampoco respetaba este lugar sagrado para mí. Yo tampoco lo haría si así quería actuar. Parecía, por su voz, alguien orgulloso y molesto por cualquier cosa que le dijeran, por fuerte que fuera; si se encontrara con algún daiyoukai de mal humor acabaría bastante mal.

Además, era humano. Su aura olía a humano a kilómetros, lo que llamaría a demonios dentro de poco. Me volteé hacia el muchacho; sus ropas era extrañas, como aquella mujer del lago demoníaco, por lo que no sería de por aquí tampoco. ¿Por qué últimamente aparecían tantas personas extranjeras?

- Me importa que no respetes un lugar sagrado –mirándolo con seriedad y molestia.

De repente, su forma de actuar cambió, en cuanto mi mirada azulada se intercambió con la suya todo tomó un desconocido rumbo. Se puso nervioso y sonreí, a algunos hombres les pasaba al conocerme; no era nada extraño para mí.

- ¿Qué te importa quién soy? –le respondí con lo mismo que me había dicho antes, sonriente y desafiante. Me gustaban ese tipo de juegos, sobre todo porque parecía de ese tipo de personas que se enfadaban si les molestabas de esta manera. Pero cuando supo que no era del todo humano saqué un corazón de mi dedo, había descubierto que no era humana a pesar de que un humano no puede detectar las auras. Apunté hacia él.- ¿Quién te lo ha dicho?

Spoiler:

Suspiré.

- Si quieres saberlo, tendrás que averiguarlo tú solo, aquí nadie te va a ayudar –le advertí.

El humano parecía asustado a pesar de esconderlo tras ese enfado, o al menos es la impresión que me dio. Escuché a kilómetros gracias a los poderes de Salomé que los demonios acechaban. Yo podría con ellos pero dudaba fielmente que el joven sobreviviera así que… “Tendré que proteger a este idiota”.

Lo cogí de los ropajes que llevaba en el torso cubriéndole y, sin previo aviso, lo lancé al lomo liso y fino de Salomé. Miré hacia donde venía el supuesto peligro aunque aún lejos de entablarse una pelea, le mandé a Salomé que empezara a alejarse, yendo al lado de ella. Mejor no arriesgarse.

- Estás en la época sengoku, en la región oeste del país nipón –comenté molesta. Me incordiaba tener que cuidar de alguien.