Pasos a través del tiempo [Hayato Jin]

La noche era fría y el viento soplaba por las montañas frías del norte. Allí esperaba la llegada de un compañero, un aliado con el que protegía las estaciones del año; él decidió custodiar el invierno y que ningún tipo de clima extraño arrebatase aquél helado clima, mientras que yo debía derretir su capa blanca y hacer crecer las flores en los campos y praderas cuando llegaba el clima templado. Ya era mi hora por lo que esperé su llegada. Él vestía como un noble, parecía un príncipe con su larga cabellera plateada, bañada en luz de Luna, como si de las estrellas su hijo se tratase a pesar de ser un daiyoukai de las tierras del norte.

- La primavera apremia –comentó al verme con una calmada sonrisa.

- Decisión acorde a mi pensamiento, como siempre –devolví la sonrisa, tranquila y serena.

A pesar de todo, teníamos conversaciones muy cortas. Cuanto apenas nos conocíamos; solo sabíamos que cuando algo raro ocurriera, fuera de lo común, nos aliaríamos para combatir contra aquello que lo provoque; a pesar de que no soy partidaria de las luchas innecesarias. Donde esté la voz y la razón, que se quiten las armas.

Volví tranquilamente, montaña abajo, el aire transportaba pequeñas gotas de agua congeladas que intentaban dar más brillo a mi piel. Ellas no sabían que no me dolía el frío, ni el calor, nada ya me dolía desde hacía miles de años. Todas las temporadas él me decía “Tu traje deslumbra con mis creaciones” pero yo no hacía caso a sus palabras; mi corazón ya estaba ocupado y sellado.

Llegué a los jardines que rodeaban mi castillo, mi región, donde las flores empezaban a brotar a mí alrededor como si de cada gota de lluvia naciera un brote. No llovía y el viento había cesado, lo agradecí. Cerré los ojos un momento, el kimono blanco que portaba iluminaba el lugar como el pequeño destello de un cristal. Me giré abriendo los ojos lentamente, un sonido. Sería algún humano extraviado.

Había sido una misión de rutina, el invasor en cuestión no era rival para su taladro, se preparó para acabarlo con el último golpe...cuando sucedió...

Un túnel de luz verde los rodeó...pudo sentir como todos los huesos de su cuerpo parecían derretirse, como ese calor lo irradiaba...era el fin? Quizá...quizá podría volver a ver a su amada...cerró los ojos, levantó como pudo su puño y maldijo su suerte...

-Dame tu frío abrazo, muerte...dame todo lo que tengas, maldito!!!

Y como si su vida dependiese de ello, tiró aquella palanca, liberando las naves que formaban el robot, con la esperanza de con ello liberar a sus compañeros...entonces fue un golpe terrible...silencio...luz...estaba de pie...en lo que parecía un castillo, a la distancia, la vio...una mujer...una hermosa mujer...parecía una especie de sacerdotisa...estaba girándose hacia él...

De alguna manera no había rastros de nada...su nave...sus compañeros...solo ...estaba solo...

Trató de respirar...sentía como si viniese saliendo del agua...lo intentó...y cayó al suelo...débil...con una herida en el pecho...y  ese maldito veneno brotando de ella...su resplandor verde sólo traía desgracia...

-Quédate ahí...por favor...no te acerques...es peligroso...en serio...no se quien eres...pero hazme caso...esta...cosa solo trae...solo trae desgracia...

Y cayó al piso...sujetandose...desmayado...sin fuerzas...

Sintió una especie de extraña tranquilidad cuando la miró...algo dentro de ella le daba paz...mucha paz, cuando ella se acercó...sintió como el veneno dejaba de arder unos segundos...

Lo último que vieron sus ojos, fue el hermoso rostro de ella. De alguna extraña forma esos hermosos ojos le inundaban de una apacible calma, no entendía cómo, pero perdió el sentido un momento.

Pasaron unos segundos...sintió como le abrían la camisa...instintivamente tomó la mano que intentaba ayudarle, era suave al tacto. Se detuvo al sentirla, pudo sentir un suave aroma, algo familiar quizá, tuvo un momento de duda, pero, en esta situación, sólo podía confiar en ella.

-Está bien... creo que puedo moverme...gracias, bonita...Necesito salir de aquí, pronto...si yo estoy aquí...quizá también mis enemigos.

Le sonrió, siempre era bueno contar con alguien...este era un lugar nuevo y extraño, tendría que averiguar más.

Intentó ponerse de pie, lentamente. apoyándose en su hombro, a esa distancia podía ver que era una chica bellísima, vestía algo raro, con una especie de kimono, o túnica...que dejaba ver un cuerpo bastante bien formado. Si bien confiaba un poco en su ayuda, de todos modos estaría atento...no sabía donde estaba, ni con quien.

-Mi nombre es Jin, Hayato Jin...gracias...espero no incomodarte...mi nave...tuvo un accidente...aquí...supongo...aunque no quedó mucho de ella, no importa...Tú eres???

El joven insistía en levantarse pero yo aún ni siquiera había terminado su cura, por ello simplemente lo escuché e intentar levantarse, sin evitarlo. La planta que hice crecer, la cogí con cuidado de no arrancar ninguna raíz. Al sacarla arranqué las raíces amarillas y tiré las blancas fuera del preparatorio; cogí una de las hojas grandes que tenía y envolví las raíces en ella. Esa planta detenía o ralentizaba el sangrado de las heridas, así no perdería sangre mientras íbamos a mi palacio y él se decidía a no moverse; aunque creo que me costaría, parecía algo terco.

- Tranquilo, no duele –echando paños calientes a algo que lógicamente si que dolería, así que la puse sobre la herida y la hundí por debajo de la piel, tapando la herida con ese rollito de una hoja y raíces. Eso nos daría tiempo de irnos.- No hay enemigos cerca, no los siento –le intenté tranquilizar para que se moviera lo mínimo posible.

Me quedé agachada enfrente de él, cerrando los ojos un momento y concentrándome; haría que fuéramos en un abrir y cerrar de ojos al palacio. Alcé la mano con cuidado, mi pálida y delicada mano, puse el dedo índice sobre su frente y una luz brilló a nuestro alrededor. Después de eso el paisaje era ahora una habitación grande de la época antigua, pero de nobles y ricos, con jarrones de mármol, suelo de moqueta y paredes de papel corredizas. Sonreí al verlo tan extrañado por lo que había pasado; los humanos eran tan divertidos en ese aspecto, se emocionaban con cualquier cosa.

- Estás a salvo, solo te pediría que dejaras de moverte durante unas horas –se levanta y camina hacia una de las puertas, abriéndola y sacando un botiquín de una especie de armario con muchas más cosas pero que no dejó entrever. Luego volví a su lado y le empezó a vendar la herida.- La hoja y las raíces se desharán en un día, no formarán parte de tu cuerpo para siempre –se ríe dulcemente entre dientes, por imaginárselo.

Había presenciado algo extraordinario...ella había hecho crecer una planta ante sus ojos, quizá estaba envenenado y medio muerto, pero eso era muy raro:

-Vaya...eso ha sido...hermoso...

Vio como hacía una especie de cataplasma y la ponía en su herida, ardía muchísimo, pero ya había vuelto de las puertas de la muerte un par de veces, y resistió lo mejor que  pudo.

Sus palabras lo tranquilizaron un poco, ella parecía una persona muy buena, hasta acostumbarada a ayudar a los demás, eso infundía en ella un aura maternal que le había parecido sobrecogedora.

Sintió su mano en la frente, lo que le hizo sentir una paz y un extraño calor, era como si la hubiese conocido desde siempre, el aroma de su piel era casi familiar...pensaba en eso, cuando apareció en una extraña habitación antigua.

-Vaya! tú si que tienes trucos interesantes!!! Trataré de ser un buen paciente...aunque...bueno...soy de moverme bastante, bonita...Espero no haber muerto y haber llegado al cielo, porque eres delicada como un angel...y hermosa como ellos...Aunque...aun no me has dicho tu nombre, bonita...

Cuando vio su sonrisa, no pudo evitar esbozar una también...definitivamente para él...ella era su angel guardián ....o por lo menos lo más parecido a uno que pudo encontrar en este extraño lugar...

Me quedó sorprendida por la reacción del joven, parecía que alucinaba con mis poderes; de hecho juraría que le brillaba la mirada cada vez que me veía usar uno de esos poderes. Eso me hizo sonreír, era gracioso y tierno a la vez, los humanos lo eran de hecho; pensar que una vez lo fui me deja con la boca seca, pues esos sentimientos ya no los tengo y me duele no poder volver a tenerlos. Acabé de vendarle la herida y me levanté para dejar las cosas.

- Todos dicen cosas parecidas de mis poderes, no eres el único. Aunque eso me da a entender que, aunque sea insignificante en mi nivel, al menos a los demás les parece una gran aptitud –mirando al techo sonriente y reflexiva.

Tras esos instantes, acabé de guardarlo todo y cerré la compuerta del armario de papel, con delicadeza y despacio. Me giré lentamente hacia él, escuchándolo; sonrió levemente, aunque siempre esa pequeña sonrisa permanecía en su rostro aunque no reaccionara a las habladurías de la gente.

-Verás, que yo sepa no has muerto ya que yo no estoy muerta. Tardaré demasiado en morirme a este paso; y el efecto ángel es por el kimono blanco, no te preocupes –bromeé un poco. Me dirigí a la puerta y la abrí, saliendo de la habitación. Antes me paré y me giré hacia él con una cálida sonrisa.- Descansa por favor, yo traeré algo de comer… Y me llamo Mosany –hizo una pequeña reverencia y cerró la puerta, yendo a buscar algo que pudiera comer el humano herido.

Sus dulces labios pronunciaron un hermoso nombre...

-Mosany...es un bello nombre...para alguien igual de bello...

Se sonrió un poco,oirla bromear era exquisito, definitivamente la explosión, el viaje, el cambio de tiempo-espacio...o lo que fuera hubiese sido eso, le había dado la oportunidad de conocerla, el destino le había sonreído en su hora más oscura, quizá sus compañeros estarían bien y quizá pronto podría averiguar más. Estaba pensando en eso, mientras ella iba por algo de comer...

Revisó la herida, ya no se veía tan mal, de alguna forma las raíces que ella le puso habían hecho su trabajo de buena forma, aunque...él sabía que su cuerpo también había hecho lo suyo...

Sonrió , suspiró profundamente, mientras la herida dejaba de supurar y su sangre volvía a la normalidad, perdiendo los tintes verdosos y ya había empezando a cerrarse un poco:

-Vaya, vaya...creo que hoy no era mi día final...EL frío abrazo de la muerte tendrá que esperar por mi...

Se acomodó un poco en la cama, debía comer, volver a estar fuerte y comanzar a averiguar más sobre este tiempo. Por ahora quría descansar y agradecerle a ella sus cuidados, ayudando a un desconocido, extraño y que hablaba cosas que ella no podía compreder bien, era extraño, ver a alguien tan buena, sola y sin compañía en un lugar tan grande. Se acomodó con las almohadas, sentándose en la cama, esperando ansioso que llegara.

Llegué a donde tenía algunas ofrendas de la aldea que vivía a las orillas del mar, eran pesqueros y obtenían buenos peces por lo que los más simples me los daban. En realidad querían darme los mejores y más grandes pero me negaba, la salud de ellos iba antes que la mía pues yo podía comer de las plantas que creaba. Todo mi jardín estaba lleno de árboles frutales y de verduras enterradas en tierra o adornando con colores tan vivos el jardín que de lejos parecían flores. Cogí algo de pescado y fruta y la troceé con cuidado.

- No creo que tampoco coma mucho después de ese viaje a través del tiempo que ha hecho… Su estómago estará cerrado –pensando en voz alta. Me sentía como una sacerdotisa cuidando a los aldeanos perdidos.

Cogí la bandeja de madera y caminé por el pasillo de la casa, en medio del palacio había un estanque que se rodeaba de las habitaciones que constituían todo el palacio habitable. Por fuera rodeándolas estaba el jardín. Siempre deseé tener un palacio así aunque nunca sabré si el que tuve al ser humana era como ese o diferente.

- Aquí tienes –entré dentro de la habitación con tranquilidad y le dejé la comida al lado.- Lo siento por no tener otras cosas… No suelo comer lo que los aldeanos cocinan… Que aproveche –le sonreí y me levanté para salir de la habitación y no molestarle. Así al acabar de comer, podría dormir tranquilo.

El lugar lucía bastante bien, quizá era una noble o algo así, cerró los ojos un momento... Era extraño...al cerrar los ojos pudo ver claramente un hermoso jardín y una hermosa mujer...con un kimono blanco...trataba de alcanzarla...pero se desvaneció...oyó un ruido y abrió los ojos. Entonces ella entró, trayendo una bajdeja de madera con algo de comida, tenía buena pinta, pescado y frutas, tenía algo de hambre y al parecer no había sido molestia para ella traerlo.

-Está muy bien, Mosany...en serio...no debiste molestarte...-olió suavemente la comida-....hmmmmm....huele muy bien...

La vio levantarse, y algo en su interior le hizo tomar suavemente su mano, y sonreirle:

-No...no te vayas...cuéntame más de tí y de este lugar...es bastante para ambos...¿Por qué no te sientas y comemos juntos? Perdona...espero no incomodar...pero no me gusta comer solo...Gracias por ayudarme...te lo pagaré cuando pueda.

El profundo brillo de los ojos de ella era algo que podía alegrar a cualquiera, tenian un dejo de tristeza, era como si ella tuviera el recuerdo de algo que ya no estaba más, era extraño, pues el conocía esa mirada, muchas veces la veía en el espejo por las mañanas. Fue un instante...pero pareció que el tiempo se detuvo, como que todo cobraba sentido, la explosión...ella, el castillo...era extraño, pero de alguna extraña forma, se sentía en casa...