Salvación. Dejar de huir [Kaori y Raito]

por Invitado Lun Sep 24, 2012 3:21 pm

Tenía tanto miedo que no había dejado de mirar atrás. Sé que me han seguido cuando he comenzado a correr en casa, en la aldea. «No quiero morir, no todavía» grito en mi fuero interno. Corro, raspo mi cuerpo con las ramas de los árboles, lloro, suplico, no grito. Me escondo en un hueco que he encontrado por casualidad al caer a los pies de lo que parece un centenario árbol. Gimo de miedo, esperando que pasen y rogando que no me hallen.

Aguanto la respiración mientras los veo pasar, estoy tan asustada que no sé como consigo mantenerme en pie todavía. Tengo que encontrar un buen momento para salir de aquí y marcharme, antes de que me encuentren. Saco un poco la cabeza, intentando buscar la manera de huir.

La vuelvo a meter rápidamente al ver que los dos soldados que me siguen están realmente cercanos a mí. Gimo de miedo, tiritando, mientras mis manos cubren mi boca. Si me encuentran moriré, y todavía no quiero que llegue mi hora. Me encojo un poco más en el lugar, intentando fundirme con el tronco, cierro los ojos pensando las mil maneras de las que puedo morir y mordiéndome el labio inferior.

por Invitado Miér Sep 26, 2012 2:10 pm

Mucho tiempo había pasado desde que salí de la última aldea. Algunas veces daba miedo darse cuenta de la velocidad a la que corría el tiempo. La tranquilidad del bosque me rodea. Las altas y verdes copas de los árboles no permiten que la luz del sol se filtre por completo, la húmeda tierra se hunde bajo mis pies. Camino adentrándome más y más, alejándome más y más de la feliz aldea que ya he dejado atrás.

Mis pensamientos se centran ahora en el futuro, en aquello nuevo que voy a conocer. Frunzo el ceño «Lo nuevo.» pienso mientras me llevo una mano al cabello «No tengo ya nada por lo que vivir.» suspiro de forma sonora y, de pronto, escucho un sonido de ramas al romperse. Alguien salta desde uno de los lados del camino, escondido entre la alta maleza, para intentar atacarme. Lo tomo al vuelo, por el cuello, y lo zarandeo con brusquedad. Lo miro de forma despectiva, no es más que un simple humano. Un ser al que puedo partirle el cuello son ningún problema.

—¿Qué pretendías? —el tono bajo y amenazante de voz ordena una respuesta, y más le valía a ese pobre desgraciado que le llenase o lo iba a matar lentamente.

—Yo... yo —el pobre diablo no podía articular palabra y a cada segundo que pasaba sin contestar yo apretaba más el agarre sobre su cuello—. Solo perseguíamos a alguien. No esperábamos que nadie más apareciese.

—Mala respuesta —comento mientras una sonrisa sarcástica aparece en mi rostro. Veo como sus ojos alternan entre mi blanco cabello y mis rojos ojos. Con la mano que mantengo libre desenvaino la katana y la paso por su cuello, cortándolo en su totalidad. La sangre salpica mi rostro y yo frunzo el ceño, no me gusta mancharme con la sangre de los humanos.

Escucho atentamente, hay más, hay otro. Me dirijo a él con paso tranquilo. Todavía con mis ojos fulgurantes del mismo color que la sangre que cubría mi rostro. Lo encuentro, justo al lado de un enorme árbol y él me mira confuso y yo le muestro mi katana llena de sangre. El me mira sorprendido y yo le lanzo una sonrisa ladeada y fría.

—¿Qué pretendías? —repito la pregunta, exactamente igual a la anterior. Él me mira de forma serena.

—Seguimos a una joven —comenta. Sabe que va a morir y lo está asimilando—. Nosotros estamos muertos, pero vendrán más a por ella.

—Ella... ¿Eh? —pregunto alzando una ceja, divertido—. No me importa nadie, solo me habéis amenazado y eso se paga con vuestra vida.

Su traje, exactamente idéntico al del otro tipo, se mancha de sangre cuando mi katana atraviesa su pecho y la sangre comienza a brotar. Huelo, el aroma de las lágrimas es inconfundible para mí. Camino con lentitud hacia el lugar del que provienen y me encuentro, de frente, con un agujero en la base de uno de los árboles. Allí, lo más escondida que puede, hay una joven aterrorizada.

por Invitado Vie Sep 28, 2012 5:58 pm

Fuera de mi escondite escucho gritos y entonces temo todavía más por mi vida. Ahora alguien me está buscando para asesinarme a cambio de un montón de dinero. Pero ¿Por qué? Se pregunta una y otra vez mi mente. Quiero saber por qué quieren que muera. Sollozo cubriendo mi boca con una de las manos, para que no puedan escucharme, y cierro los ojos con fuerza.

Al abrirlos una alta figura cubre completamente la entrada al tronco en el que me encuentro escondida. No puedo detallarlo completamente porque mis lágrimas me impiden ver bien. Además se encuentra a contraluz y eso hace todavía más oscuro su rostro, pero sus brillantes ojos rojizos se pueden apreciar. Su cabello, blanco como la nieve y recogido en una larga cola ondea al viento. Le miro fijamente sus ojos esperando una reacción que indique que pretende utilizar esa espada llena de sangre que porta entre sus manos en mi contra.

Aumento levemente la fuerza con la que apretó el kimono y le sostengo la mirada esperando alguna reacción de su parte. Intento buscar una forma de salir, pero tengo la seguridad de que si doy un solo paso cortará mi cuello. Por un momento pienso en la posibilidad de morir, de reunirme con mi familia. Eso me reconforta. Cierro los ojos, esperando que el terrible golpe llegue a mí.

por Invitado Vie Oct 05, 2012 10:44 am

Al fijar mis ojos en el interior del agujero me encuentro con que no es más que una joven muchacha humana. Una frágil e indefensa joven humana. Mis ojos, rojos como la sangre, son reflejados en un par de cristalizados orbes marrones. El llanto de la chica me transporta inmediatamente al pasado. A un pasado no muy lejano para mí, hace entre dieciséis y dieciocho años. Los instintos no me hacen ser un asesino ante sus ojos.

Frunzo el ceño al verla cerrar sus ojos, mostrándome así la resignación a la muerte. ¡No hagas eso!, le quiero gritar. Pero de mis labios no sale palabra alguna. Mi mente me transporta al pasado de nuevo. A la copa de un árbol esperando a una pequeña niña que porta, entre sus manitas, una muñeca de trapo vieja. Se sienta y, tras un minuto en silencio, comienza a charlar intuyendo que alguien la escucha, y sabiendo que no va a recibir respuesta por mí parte.

Al volver al presente veo a una muchacha, asustada, que no hace más que esconderse de mí. Me doy cuenta de cómo aprieta con más fuerza el kimono con sus manos intentando que la agonía, de tener la certeza de que va a morir, pase pronto. Suspiro de forma sonora esperando a que abra sus ojos con el deseo de volver a verme reflejado en ellos. Vuelvo a la normalidad, dejando que mi cabello se oscurezca hasta tomar un tono azabache y que mis ojos tomen el mismo tono de una amatista, hermosa piedra de color violeta.

Sonrío tendiendo mi mano para que, cuando abra sus ojos, la vea y deje de mostrarse asustadiza. Espero de forma paciente, sabiendo que no iba a conseguir nada si adelantaba los acontecimientos. Así que decido esperar tranquilo.

—Mi nombre es Raito —comento sin borrar mi sonrisa—. Puedes salir, no debes temerme, no te voy a hacer daño.

por Invitado Lun Oct 08, 2012 2:43 pm

—Mi nombre es Raito —escucho que me dice. Frunzo más el ceño mientras intento concentrarme en los rostros de aquellos a los que he llamado familia durante todos estos años—. Puedes salir, no debes temerme, no te voy a hacer daño.

Abro lentamente los ojos, suplicando porque lo que mis oídos escuchan no sea cierto. Sus ojos, antes rojos, me devuelven una cálida mirada oscura. Intento detallarlo pero el sol continúa impidiendo que pueda conocer todos sus rasgos. Sé que su cabello, antes blanco, es ahora de un tono oscuro.

Veo su mano tendida en mi dirección y suspiro mientras alargo, lentamente la mía. Ruego por la muerte, ruego porque quiero ir con aquellos a los que amo. Las lágrimas comienzan a salir de mis ojos mientras me abrazo a mí misma, ya fuera de mi escondite. Parada a su lado puedo apreciar el color moreno de su cabello, el color violeta de sus ojos y el tono claro de su piel.

Las lágrimas surcan mis mejillas sin detenerse. Alzo la mirada conectándola con los ojos violetas. Suspiro levemente, me ha tendido la mano y ha dicho que no va a lastimarme. Aparto la mirada con tristeza al pensar que ese hombre puede venderme a los que ofrecen dinero por mí. Tengo miedo.

—¿Porqué iba usted a ayudarme? —pregunto con voz quebrada, las muertes comienzan a pasar factura en mí, el cansancio se apodera de mi cuerpo, pero intento aguardar a su respuesta para, tras conocerla desmayarme.

por Invitado Mar Oct 09, 2012 10:37 am

La miro con sorpresa al no esperar su pregunta. ¿Por qué la ayudo? Yo lo sé, pero no se lo voy a decir. Los recuerdos de todos los años anteriores llegan a mí como un torrente en menos de un minuto, revolviéndose todos en mi mente hasta el punto de desear que desaparezcan todos. Limpio con mi dedo índice las lágrimas que caen por su rostro antes de contestar.

—¿Qué por qué iba yo a ayudarte? —pregunto mientras la veo abrazarse a sí misma, con miedo a confiar en las personas—. No tengo un motivo fijo, pero mi palabra la cumplo, no tengo intención de hacerte daño. Ven conmigo, te protegeré.

¿Por qué le estaba proponiendo que me acompañase? No tenía sentido en mi cabeza. Todo lo que sentía estaba en este momento desordenado y ya no sabía en qué pensar. Niego con la cabeza, sabiendo que esa muchacha me preocuparía por siempre, desde que la vi por primera vez. Escucho, en mi mente el llanto de un infante. Siento el deseo que sentí en aquel momento, el deseo de tomar al pequeño bebé y llevarlo lejos de ese frío portal. Siento todavía el deseo de cuidarla.

Soy más rápido que la gravedad y la tomo en peso, sabiendo que el cansancio alguna vez debía poder con ella. La joven se trataba de alguien fuerte, pero todas las personas tenían su límite y este había sido el de ella. Aspiro el aroma del aire mientras frunzo el ceño, huelo a sangre. Mucha sangre en la dirección del poblado.

Comienzo a acercarme a pasos lentos pero largos. La joven se halla dormida en mis brazos e iba a hacer que continuase así. Al llegar lo vi, algunos aldeanos corrían, huyendo de los soldados que hacían arder sus chozas. La furia crecía en mí. Hice que uno de los aldeanos más jóvenes se detuviese y tomase en sus brazos a la pequeña humana. Tras eso lo obligué a esconderse con ella en el lugar que le indicaba.

Una vez resuelto el problema de la seguridad de Kaori me encargué de exterminar a los humanos que habían acabado con la paz del poblado. Deteniéndome antes de dar muerte a todos. Quería saber quién los había mandado para ir a hacerle una pequeña visita de cortesía. Tras ser informado sobre lo que deseaba la muerte reinó entre los soldados.

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